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Me dispongo a traer a la vida un nuevo recuerdo. Lo enmarco en ese cuadro imaginario que tantos tardes me ha hecho llorar. Un tono blanco y negro inunda el cuarto sumiéndome en lo que denominaría nostalgia. Miro la foto con curiosidad, ladeando la cabeza hacia un lado. Pestañeo tres veces, cuatro si son pequeñas y sonrío. Sonrío por el simple hecho de dedicar una pequeña porción de mi tiempo a toda esa gente que me ha dejado en el camino, que no está a mi lado. Y sonrío aún más por aquellas de mi día a día. Acto seguido llevo las manos a mi cara, escondiéndome de cualquier mirada curiosa que se haya acercado a husmear. No puedo evitar que las lagrimas cobren vida propia, y que por su propia voluntad salgan a la luz en forma de mares de sueños. Absorbo las energías que me topo por el camino y cierro los ojos. Una noche más que recuerdo editar un recuerdo. Efecto: blanco y negro.

( Vale, se me ha ido la olla)