Ojea la arrugada foto que se ha caído del álbum. Ese álbum de tapas
granates que desde pequeña le ha encantado mirar. Siempre le ha gustado el hecho de que en las fotos las cosas no cambian. Las personas siguen en ellas igual de unidas, los paisajes igual de bonitos, y las modas igual de ridículas.
No puede evitar empapar la fotografía deteriorándola un poco más. No puede evitar que su cabeza se llene de remordimientos por la de tardes que no le dedicó una visita. Y no puede evitar sentir lástima por él, por la de recuerdos y la de nombres que ya ni siquiera es capaz de recordad. Tiene que ser muy duro no reconocer ni tu propio reflejo.
Y una vez más maldice la capacidad que tenemos los seres humanos de olvidar. De hacer que todas aquellas experiencias del pasado se conviertan en un vago recuerdo, en un susurro inaudito. Tan pesado es el olvido, que ya ni siquiera recuerda la última vez que le vio caminar. Ni siquiera recuerda la última vez que le pellizcó las mejillas. Tampoco aquel característico olor que inundaba su casa.
Ten presente que duelen más las arrugas del alma, que aquellas que adornan tu cara. Que el final es el mismo para todos y queramos o no estamos unidos al tiempo . Es él quien decide cuando nos llega el momento.
Hay veces que simplemente es tarde para recuperar el tiempo perdido. Veces en las que lo único que te queda es verle postrado en la cama, agarrarle su delicada mano, y con la mayor sonrisa del mundo transmitirle lo mucho que le quieres. Ese será el mayor regalo que nadie le pueda hacer.
Que tengas un buen viaje.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
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